Era la primavera y todo era amor en África, ahí se
encontraban Lucy y Lola. Lucy era una Cebra muy coqueta, con su bonito
pelaje rayado y Lola era una yegua muy guapa, con su pelo color marrón
que le brillaba cuando le daban los rayos del sol.
Un buen día Lucy y Lola tuvieron a sus respectivos hijitos, Lucy tuvo
una cebra macho que puso por nombre Rayo y Lola le puso Lazlos a su
hijito, en memoria al caballo del desierto. Las dos madres estaban
orgullosas de sus retoños que crecían y aprendían rápido.
Un buen día Lazlos y sus amigos estaban jugando, corrían sin parar de
pronto llegó Rayo, y al verle el crin de pelos erectos a lo largo del
cuello, unas orejas grandes y una cola terminada en un mechón de pelos
oscuros, Lazlos y sus amigos no podían dejar de reír, burlándose del
aspecto Rayo.
Entonces su madre Lucy se acerco para protegerle y consolarle, al ver
que Rayo se sentía avergonzado por su apariencia Lucy le dijo –Rayo no
tienes por que sentirte avergonzado por se una cebra, no te entristezcas
por no sentir la aprobación y aceptación de tus compañeros animales, un
día ellos valoraran tus virtudes.
Una vez dicho esto madre e hijo decidieron dar un paseo y realizar
actividades juntos, estaban divirtiéndose tanto que captaron la atención
de Lazlos y los demás caballos. Lazlos sintió el deseo de acercarse a
Rayo para jugar con el, pero recordó que el era un caballo y no debía
mezclarse con una cebra, que si bien eran primos, no eran iguales.
Entonces se dio la media vuelta y abandonó el lugar.
Al siguiente día todos los animales se disponía a emprender un viaje, se
dirigían a las sabanas de África oriental, y en pleno desplazamiento
Lazlos tuvo un accidente y se lastimo una pata, lo que le impedía
seguirle el paso a la manada, los caballos continuaron y atrás de ellos
venía la manada de cebras, que siguieron su camino- pero cuando Rayo vió
que Lazlos y su mamá estaban solos sin poder alcanzar la manada de
caballos y quedándose atrás, Rayo no pudo evitar sentir compasión.
Rayo le dijo a su mamá- ¡Mira es Lazlos y su madre! Creo que deberíamos
ayudarles- su madre le contestó- Hijo, nos quedaremos a tras y no
podremos llegar en tiempo a nuestro destino- entonces Rayo argumentó-
madre, cuando una cebra esta enferma o herida y no puede seguir a los
demás nunca la dejamos atrás- tu me has enseñado que hay que saber
detenerse para ayudar y si no lo hacemos ellos serán presa fácil de sus
atacantes. Ellos sabían que en cualquier momento llegarían los leones y
podrían capturar a Lazlos y su madre.
Su madre comprendió que su hijo quería ayudar a los caballos y entonces
hablo con la manada de cebras, estos disminuyeron su paso para que todos
permanecieran juntos. Así fueron en ayuda de Lazlos y los esperaron
hasta que sanaran sus heridas y se incorporaran a la manda. Una vez
recuperado Lazlos y su madre se unieron a la manada de cebras pues la
manada de caballos les quedaba inalcanzable pues ya habían avanzado
demasiado. Y junto con las cebras llegaron a su destino final.
En el transcurso del viaje Lazlos y Rayo se hicieron amigos
inseparables, y Lucy y Lola estaban orgullosas de que sus hijos se
hicieran amigos sin importar la diferencia de raza.
Lazlos prometió no volver a herir la susceptibilidad de los demás
animales y buscar siempre la amistad y el respeto.
La actitud de las cebras fue un ejemplo para los caballos, y ellos
también aprendieron a que con un poco de sacrificio del grupo todos
pueden llegar a su destino, que ser indiferentes a la desgracia de otros
no es bueno para el grupo, y que hay que hacer lo necesario para aliviar
el dolor de otros y cultivar la unidad.
Cebras y Caballos reconocieron abiertamente su parentesco y vivieron
felices por siempre.