Dormir



U  B  L  I  C  I 
D  A  D


U  B  L  I  C  I 
D  A  D
 
 
    
    
 
 


EL
DIA QUE NADIE PUDO DORMIR
 
 
 

Había una vez un niño que se llamaba Arturo. Él y sus
padres eran aventureros. Pero en esta oportunidad, no pudieron
acompañarlo. Ya habían viajado muchas veces pero solo a partes como
Australia, Italia y Francia. Casi la mitad del mundo. Pero no le temía a
nada. En su primera aventura se fue a Egipto porque quería conocer la
esfinge: mitad mujer, mitad león. También quería conocer las pirámides.
En una de esas, se perdió. ¡Precisamente era en la pirámide del faraón!






Comenzó a caminar por entre oscuros pasadizos. Se encontró una tabla en
la pared. En ella había unos jeroglíficos que le decían como mover la
tabla para encontrar la tumba secreta del faraón.





Si no lograba traducir bien los jeroglíficos, al mover mal la tabla
podía caer por una trampa que lo llevaría hasta un hoyo sin salida en
donde estaba la serpiente que mató a la reina egipcia, y miles de
escorpiones.





De pronto se empezaron a mover las paredes. En el techo comenzaron a
aparecer más tablas con jeroglíficos. El pasadizo en el que se
encontraba cada vez se hacía más pequeño. Mientras más rápido Arturo
leyera los jeroglíficos, más rápido podría salvarse.





Finalmente logró interpretar los jeroglíficos y mover las tablas como
debía para poder salvarse. Así descubrió la salida que lo llevó
finalmente a la parte exterior de la pirámide.





Así pudo escapar y tomar su avioneta rumbo a otra aventura. En esta
oportunidad Arturo decidió irse para África en su avioneta. Aterrizó sin
querer en territorio de los moradores de las arenas, quienes lo
encerraron en una cárcel.





Cuando despertó se encontró en una nave espacial. Empezó a caminar y se
dio cuenta que estaba en un laberinto. Luego logró escabullirse y se fue
en su avioneta. Cuando llegó, sus padres lo regañaron por escaparse,
pero al mismo tiempo lo felicitaron por salvar el mundo otra vez, pero
esta vez, de los moradores de las arenas…FIN

 
 
 

 
 



Autor/a del cuento

©

Pascual y Jorge Rios