Un día, por encargo de su abuelita,
Adela fue al bosque en busca de
setas para la comida. Encontró unas
muy bellas, grandes y de hermosos
colores llenó con ellas su cestillo.
-Mira abuelita -dijo al llegar a
casa-, he traído las más hermosas…
¡mira qué bonito es su color
escarlata!
Había otras más arrugadas, pero las
he dejado.
-Hija mía -repuso la anciana-
Esas arrugadas son las que yo
siempre he recogido. Te has dejado
guiar por las y apariencias
engañosas y has traído a casa hongos
que contienen veneno. Si los
comiéramos, enfermaríamos; quizás
algo peor…
Adela comprendió entonces que no
debía dejarse guiar por el bello
aspecto de las cosas, que a veces
ocultan un mal desconocido.