Érase
una vez una ratita que estaba barriendo la puerta de su casa y
cantaba:
"tralará larito barro mi casita y todos los días la misma faena,
tralará larito barro mi casita"
y de repente se agachó y cogió una moneda que había en el suelo.
-¿Qué me compraré? ¿Qué me compraré?.
– Ya lo tengo: Me compraré caramelos.
No, no
que se me ensuciaran los dientes. Siguió pensándolo, ¿Qué me
compraré? Ya lo tengo: Me compraré un lacito para mi cola. La
ratita fue a la tienda y compró un lazo rojo y lo puso en su
cola y se sentó a la puerta de su casa.
Al poco
rato pasó por allí un perro que al ver tan elegante a la ratita
le dijo: -Ratita, ratita pero que rebonita estás. ¿Te quieres
casar conmigo?.
– ¿Y por la noche que harás? Preguntó la ratita.
-!Guau, guau, guau! dijo el perro.
-No, no que me asustaras el perro se marchó ladrando de rabia.
Todavía
se veía al perro por el camino cuando llegó un gallo muy
emplumado que al ver tan bonita a la ratita le dijo:
-Ratita, ratita pero que rebonita estás, ¿Te quieres casar
conmigo?.
-¿Y por la noche qué harás? le preguntó la ratita
-Quiquiriquí, Quiquiriquí.
-No, no que me asustarás.
Y el gallo fue a buscar una gallina.
A los
dos minutos pasó por allí un gato y al ver a la ratita se acercó
y le dijo:
– Ratita, ratita, pero que rebonita estás, ¿Te quieres casar
conmigo?.
-¿Y por la noche que harás? preguntó la ratita.
-¡ Miau, miau!
-No, no que me asustarás.
Y el gato se alejó maullando.
Una hora
más tarde pasó por allí un ratón y al ver a la ratita le dijo:
-Ratita, ratita, pero que rebonita estás ¿Te quieres casar
conmigo?.
-Y la ratita le preguntó ¿Y por la noche que harás?
-Dormir y callar, dormir y callar.
-Pues contigo me he de casar.
La ratita presumida se casó con el ratón y vivieron felices,
comieron perdices y a nosotros nos dieron con los huesos en las
narices.