Hace mucho tiempo, existió un
pueblo llamado Anisol, en el cual seres mágicos y no mágicos vivían
pacíficamente y en amistad.
Un día, viajaban por el mismo camino, pero en sentido contrario, el
cocinero del Rey y una bruja buena. Los caminantes no se dieron
cuenta de la presencia del otro y… ¡Pum! Ambos se estrellaron y
todas sus cosas volaron.
-¡Oh,
discúlpeme!- dijo la bruja buena al cocinero- ¡Le ayudaré a recoger
sus cosas!
-¡Es usted
muy amable!- dijo el regordete cocinero
Y cada uno se despidió con
palabras corteses.
El
llegar al palacio, el cocinero se dispuso a preparar la tarta
favorita del Rey: Tarta de ciruelas.
Lo que el cocinero no supo fue
que en el choque con la bruja buena, se había equivocado de fruta, y
por lo tanto, tomó unas ciruelas del Bosque de los Cuernos Blancos,
pertenecientes a la amable bruja. Solo los seres mágicos pueden
comer frutos de ese bosque, en donde los unicornios corrían felices,
así que la bruja blanca podía saborearlos sin ningún problema.
Sin
embargo, el cocinero no lo supo nunca, y cuando el Rey degustó la
tarta, inmediatamente le creció un cuerno dorado. Toda la corte
estaba asombrada, y el Rey se dispuso a dormir, sintiéndose muy
raro.
Y
fue así como, una noche de luna de plata, el Rey se convirtió en
unicornio, y el cuerno dorado esa su corona. A partir de esa noche,
todos los seres vivos se inclinaban al ver galopar al Unicornio del
Cuerno de Oro.